Estuvimos en el XXVIII Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez que se realizó entre el 14 y el 19 de agosto de 2024 en Cali, donde conversamos con el escritor Heraclio Parra quien conoció a Petronio, ‘El Negro Cuco´, un músico y maquinista de ferrocarriles que le da el nombre a este encuentro cultural.
Por Salvador Ernesto Carmona Schönffeldt | @laviejaciudad
“Vamos al Petronio”, se escucha por las calles de Cali y la frase tiene eco desde el Pacífico al Caribe, pasando por montañas, valles, selvas y ríos de Colombia.
Se trata del encuentro de cultura afro más importante del país y ya resuena en el resto del continente y el mundo con el nombre de Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez.
Aunque nació como una cita musical, durante sus 28 versiones ha sumado la gastronomía, bebidas ancestrales, estética, danza, saberes y muchísimo más.
¿Pero quién era Petronio Álvarez, para que este festival se denomine así?
Nacido en 1914 en el puerto de Buenaventura, Petronio o “El Negro Cuco” se desempeñó en varios oficios hasta llegar a los trenes. “Él era un maquinista del Ferrocarril Nacional Pacífico que salía de Buenaventura hacia Cali y que iba hasta La Felisa, un departamento que estaba a las afueras del valle. Esa era su ruta”, nos cuenta Heraclio Parra Barone, quien está instalado en el festival, vendiendo y firmando libros en el puesto de la Fundación de Escritores del Pacífico Colombiano.
Heraclio muestra orgulloso sus decenas de textos publicados, donde destaca uno que es reciente: “Lo que no se ha dicho de Buenaventura, Petronio Álvarez ‘El Negro Cuco´ y la salsa”.
Para el autor sus escritos son “historias verdaderas, pero aquellas que valen la pena. Estas son historias bellas, porque son de nuestros ancestros que dejaron un legado muy importante. Y si aprendemos de esos legados, pues la vida sería diferente. Porque aprendemos a ser constructivos, aprendemos a ser creativos”.
En sus relatos cuenta que diariamente Petronio dirigía el ferrocarril, bordeando el río Dagua por 174 kilómetros en una ruta acompañada de su música y cantos. Sus vagones traían las cargas que llegaban por el Océano Pacífico a Buenaventura, que al llegar a Cali se regaban por la ciudad y el país.
El currulao de “El Negro Cuco”
Heraclio nació en Buenaventura en 1937 y a inicios de la década del 50 vivía en Cali, donde se encuentra en una cantina con Petronio, gracias a un oficio que por entonces abre puertas: “Lo conocí a él cuando yo era un simple vendedor de periódicos y era prácticamente un niño todavía”.
El escritor señala que “lo conocíamos por ‘El Negro Cuco’, como lo digo en el libro ¿Por qué? Porque aquí se le decían a una persona de buena cabeza. Ese tipo es cuco porque hizo tal cosa. Porque sabe. Por eso se le llamó ‘El Negro Cuco’, sin saber la gente de por acá que el propio nombre de él era Petronio Álvarez”.
Heraclio ha pasado los seis días que dura el festival atendiendo personas, contando sus historias y dedicando sus textos a quienes le compran sus libros.
Pese a los miles de visitantes que transitan por el encuentro cultural, el autor se da el tiempo de contarnos que “el currulao nació de una guitarra de Petronio, que él la cogía y la volvía tambor, que la golpeaba con los dedos como si fuera un tambor y luego la tocaba. Él fue el creador de ese ritmo y de esa manera”.
También agrega que “al único que se le oía ese ritmo era a él. Después fueron saliendo muchos currulaos por otros, es diferente. Pero para mí, el primer currulao fue de él. Y lo mismo que el peregoyo. Esos son pregones”, precisando que “pregoneros son adornos de las ciudades y de los pueblos. Los pregoneros identifican las regiones y los sitios. Y eso lo hizo Petronio con su currulao, que no fueron muchos, pero fueron compuestos por él y le dio ese ánimo y esa vida”.
Júbilo por calles caleñas
A fines de la década del 50 y cuando los Estados reconocían los años de servicios de los trabajadores, Petronio “fue el primer jubilado que tuvo el ferrocarril, casi de los primeros jubilados en peones y obreros de aquellos tiempos. Ya en el año 58, por ahí o 60 fue que él se vino a pensionar, casi con 45 años. Creo que no llegó a los 50 años, pero se jubiló”. Así comienza una nueva vida para el exmaquinista.
Se instala en Cali y gracias a su pensión se dedica a su pasión: el canto. Al llegar por bares y cantinas de la ciudad, Petronio llamaba la atención por su alegría, su voz, el ritmo de sus canciones, la letra de sus composiciones y por su gran tamaño, ya que medía casi dos metros.
“Yo canté con él porque siempre me gustó la música. Tocaba maraquitas con los guitarreros y a él le gustó como yo cantaba. A veces nos encontrábamos, cantaba con él y tomábamos un aguardiente que era lo que a él le gustaba, el pago por su canción”, nos cuenta Heraclio, quien precisa que para ‘El Negro Cuco’, “el precio era un aguardiente, lo que le pagaran, pero él era feliz con su aguardiente”.
Así, las cargas que traía Petronio de Buenaventura como maquinista de ferrocarril y que aportaron al crecimiento de Cali, ahora eran reemplazadas por la riqueza cultural del Pacífico colombiano que emanaba de su canto. Estas eran nutridas por creaciones de otras partes del mundo como el tango y música llanera, que interpretaba por las calles caleñas, ya que no era de teatros ni escenarios fastuosos.
Heraclio Parra dice que “cuando Petronio hizo la canción a Mi Buenaventura, a mi bello puerto de mar Buenaventura, entonces se volvió famosa, porque el Pacífico no tenía música folclórica así cantada, como poema no y él sí hizo un poema hecho canción y lo llevo con su guitarra”.
Esta canción habría sido escrita al iniciarse la década del 30. Aunque fue ganando fama en Buenaventura y Cali gracias al pregoneo de Petronio, fue popularizada por la voz de Tito Cortés en la década del sesenta y se convirtió en un himno para toda la ciudad.
“Está canción se regó tanto por el mundo, tanto así que más de 100 países, sus orquestas sinfónicas lo tienen en su repertorio. Entonces a eso se debe la fama de Petronio Álvarez”, agrega Heraclio.
El festival: su última estación
En 1966, a los 52 años, un cáncer fulminante concluye con este viaje físico de Petronio. “Su guitarra y sus composiciones lo llevaron a la gloria que él no la disfrutó con la fama que tiene ahora, porque 30 años después de la muerte de él se vino a hacer el festival Petronio Álvarez y nadie sabía quién era Petronio Álvarez”, aclara el escritor.
Así, para Heraclio, “El Negro Cuco” pasa a ser “el promotor de este festival que se le hace precisamente a la clase afro, afrodescendiente, porque todos son descendientes de africanos y de mestizos, mulatos, zambos, aborígenes, ahí se mezcló la raza y ese es el nacimiento. Y todos vienen a bailar el peregoyo, el Petronio Álvarez, el currulao y mi Buenaventura”.
Con ello, Petronio continúa cada año en un viaje eterno para nutrir a un multitudinario festival que lo recibe moviendo sus pañuelos en la que sería su última estación.
Sus vagones vienen cargados con las melodías y vibraciones de la marimba, guasá, bombo y cununo, que se mezclan con violines, chirimías, guitarras y más.
Nos alimenta con los sabores y aromas de los platos tradicionales y nos sana con sus bebidas ancestrales donde el protagonista es el Viche.
Encanta con los colores de la estética del Pacifico colombiano, acompañada de sus danzas y bailes típicos.
Y nos entrega los saberes, conocimientos y las legítimas demandas afrocolombianas que retumbaron en el festival: salvaguardar su patrimonio, impulsar su autonomía económica y vivir sabroso.
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