El sitio arqueológico ubicado a cuatro horas de Lima y con más de 5 mil años de historia, no solo fue la ciudad más antigua de América, sino una civilización pacífica, que convivía en armonía con la naturaleza y donde existía equidad de género, entre otros valores fundamentales que la sostuvieron por siglos.
Por Salvador Carmona Schönffeldt
Cuando nos fijamos en Perú como destino turístico, inevitablemente pensamos en los sabores que nos brinda su gastronomía o en su pasado incaico, reflejado en el Cusco o en la monumentalidad de Machu Picchu que miles de turistas aspiran ascender.
Pero tiene un tesoro que va más allá. Se trata de la civilización Caral, la más antigua de América y que se formó hace unos 5 mil años, casi simultáneamente con las de Mesopotamia, Egipto, India o China.
Ubicada en el Valle de Supe, a unos 200 kilómetros al norte de Lima, se encuentran los restos arqueológicos de esta civilización, que cuenta con unos 25 centros urbanos. Y entre estos, figura la ciudad sagrada de Caral, declarada el 2009 Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Al llegar a la zona, tras cuatro horas en bus desde la capital peruana y un paso por el pueblo de Supe, nos encontramos con un lugar desértico, donde se levantan varios conjuntos arquitectónicos, que contemplan a un verde valle por donde pasa el río Supe.
El sitio es resguardado por la Zona Arqueológica Caral (ZAC) donde nos reciben guías locales, prestos para liberar un discurso en que entregan los valores de esta civilización y una serie de reflexiones que develan que era una ciudad sostenible.
¿Por qué se afirma que era una ciudad? “Tiene que reunir algunos requisitos muy importantes. Uno, población estable, la gente tiene que habitar el lugar. Dos, urbanismo, que comprende tres cosas: organización, planificación y habitación. Y lo tercero es el poder político y religioso, que existió en este lugar”, nos aclara el guía Luis Castillo.
Desarrollo social
El hallazgo de esta ciudad no fue fácil. Tras un levantamiento previo de información del lugar, fue la arqueóloga Ruth Shady quien impulsó junto a sus alumnos de la Universidad San Marcos la búsqueda de un pasado enterrado en arena. “Promoví en ellos el interés de salir los fines de semana a hacer una prospección en el valle de Supe”. Así, en 1993, se trasladaban en su auto, con carpa, cocinilla, comida y herramientas de trabajo para investigar la zona.
Luego, un mínimo apoyo gubernamental y un dinero de National Geographic, terminaron cambiando la historia. “Nos dimos cuenta que estábamos frente a unos sitios muy antiguos, pero nos llamó la atención que tuviera arquitectura tan compleja”, nos cuenta la arqueóloga y directora de la ZAC, que con los años fue logrando más recursos.
Los estudios develaron que la ciudad se había formado entre el año 3.000 y 1.800 antes de Cristo y que, desde esa época, presenta algunas características dignas de imitar.
En el recorrido nos cuentan que esta civilización convivía en armonía con la naturaleza, para no afectar los recursos que entregaba el valle.
Ofrendas halladas en la zona, revelaron que había equidad de género, donde mujer y hombre desempeñaban roles significativos. “Este es un mensaje para que tengamos en cuenta que, si bien la mujer y el hombre no somos iguales, debe haber complementariedad en lo que hagamos y respeto mutuo y compartido, porque en esa complementariedad ambos están contribuyendo al desarrollo social”, señala Shady.
También relatan que había intercambio entre el valle y la costa, siendo la anchoveta la principal proteína consumida, acompañada de legumbres, zapallo, camote o frutas. Además, hubo interacción con zonas más distantes como la selva, el norte, la sierra o el sur.
Entre las pirámides figura una huanca o piedra posicionada de forma vertical, que revelaría conocimientos astrales y seguimientos al movimiento del sol y la luna. A lo que se suma el aprovechamiento de la energía del viento, las construcciones antisísmicas y un conjunto de flautas refleja que la música era parte de su vida.
Según nos cuenta la arqueóloga, entre los sitios investigados, “no hay ciudades amuralladas, ni hemos encontrado armas, entonces a mí me parece que fue una sociedad que se desarrolló en condiciones de paz, sin conflictos mayores”.
¿Cómo terminó? Nuevos hallazgos de figuras realizadas en los muros, permiten interpretar que factores climáticos, principalmente largas sequías, habrían generado que sus habitantes se esparcieran por el continente.
Conocer las formas de vida de esta civilización puede empaparnos de buenas energías, “de esa manera fortalecemos la identidad y mejoramos la autoestima, para saber que los americanos somos capaces de hacer, mirando hacia nosotros mismos y salir hacia delante sin necesidad de traer modelos desde afuera”, concluye Ruth Shady.
CÓMO LLEGAR
Desde Lima hay buses que llegan al pueblo de Supe y desde ahí se toma un colectivo que te deja en Caral. Por unos soles adicionales puedes solicitar que te acerque al sitio arqueológico.
También hay viajes educativos que organiza por el día la Zona Arqueológica de Caral o servicios privados que llevan a la zona.
DÓNDE ALOJAR
Para los aventureros que opten por disfrutar la noche en la histórica zona, el eco hostel y camping Caraltambos es el lugar.
El hostal aún sigue aislado del camino tras la crecida del río en el verano pasado, por lo que debes pasar caminando entre cultivos que hay en el valle. Pero, la experiencia vale la pena.
ESTE ARTÍCULO FUE PUBLICADO EN SUPLEMENTO SÁBADO DE LA CUARTA (VER PDF)
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